El guardador de rebaños – Fernando Pessoa

Alberto Caeiro da Silva nació en Lisboa en abril de 1889 y en esa misma ciudad murió de tuberculosis en 1915. Esta noticia biográfica nos la ofrece Ricardo Reis en el inacabado prefacio a la obra completa del “maestro glorioso”. A la muerte del poeta, sus primos, António Caeiro y Julio Manuel Caeiro escriben una carta a Brasil donde reside Ricardo Reis, para solicitarle un prólogo y la edición final de los poemas de su pariente. Reis acepta la tarea, sin embargo, el correo tarda mucho más tiempo del esperado con la recepción y su respuesta trasatlántica, tanto que, los primos buscan ahora a su discípulo filosófico António Mora, autor del tomo El Regreso de los Dioses, quien recoge la petición y tampoco nunca termina el prólogo. El propio Fernando Pessoa, con textos en inglés y otros proyectados del francés, alemán e italiano, para diversas publicaciones en diarios y revistas, prepara el entorno en que la inminente edición de estos poemas alcanzará con la traducción al inglés de Thomas Crosse, de quien se conservan algunos fragmentos de su presentación a los lectores ingleses. El traductor al inglés de Álvaro de Campos, I. I. Crosse, describe la influencia de Caeiro y Whitman en la obra del ingeniero naval. Se conserva igualmente una entrevista en esbozo que otorga a Alexander Search en la ciudad de Vigo, en Galicia. Hay una nota dispersa de Bernardo Soares sobre un verso de Caeiro. Álvaro de Campos, redacta de modo fragmentario las Notas para el recuerdo de mi Maestro Caeiro, que son, al final, un retrato espiritual y condensado de la personalidad del ‘Argonauta de las Sensaciones Verdaderas’ como alguna vez se llamó a sí mismo. Estos son algunos de los esfuerzos no fructificados en definitiva de la edición de sus obras.

Alberto Caeiro es un poeta fundamental para la literatura del siglo XX, su creador, Fernando Pessoa, rápidamente se dio cuenta de la importancia de su poesía y de la estela que su influencia dejaría en el mar abierto de nuestro tiempo. Leerlo es una aventura que nos reconcilia con el mundo y nos coloca frente a la realidad con un absoluto amor y una paz fresca y permanente, como la de un árbol cuya sombra benéfica nos da descanso y claridad.

Mario Bojórquez

***

EL GUARDADOR DE REBAÑOS

I

Yo nunca guardé rebaños

Pero es como si los guardara.

Mi alma es como un pastor,

Conoce el viento y el sol

Y anda de la mano de las Estaciones

Siguiendo y mirando.

Toda la paz de la Naturaleza sin gente

Viene a sentarse a mi lado.

Pero yo quedo triste como una puesta de sol

Para nuestra imaginación,

Cuando enfría el fondo del llano

Y se siente la noche entrada

Como una mariposa por la ventana.

Pero mi tristeza es sosiego

Porque es natural y justa

Y es lo que debe estar en el alma

Cuando ya piensa que existe

Y las manos cogen flores sin que ella se entere.

Como un ruido de cencerros

Más allá de la curva del camino

Mis pensamientos están contentos

Sólo me da pena saber que ellos están contentos

Porque, si no lo supiera,

En vez de estar contentos y tristes,

Estarían alegres y contentos.

Pensar incomoda como andar en la lluvia

Cuando el viento crece y parece que llueve más.

No tengo ambiciones ni deseos.

Ser poeta no es una ambición mía.

Es mi manera de estar solo.

Y si deseo a veces,

Por imaginar, ser corderillo

(O ser el rebaño todo

Para andar disperso por toda la ladera

Siendo muchas cosas felices al mismo tiempo),

Es sólo porque siento lo que escribo a la puesta de Sol,

O cuando una nube pasa la mano por encima de la luz

Y corre un silencio por la hierba.

Cuando me siento a escribir versos

O, paseando por los caminos o por los atajos,

Escribo versos en un papel que está en mi pensamiento,

Siento un cayado en las manos

Y veo una imagen de mí

En la cima de un otero,

Mirando mi rebaño y viendo mis ideas,

O mirando mis ideas y viendo mi rebaño,

Y sonriendo vagamente como quien no comprende lo que se dice

Y quiere fingir que comprende.

Saludo a todos los que me leen,

Agitando el sombrero ancho

Cuando me ven en mi puerta

Apenas la diligencia se levanta en la cima del otero.

Los saludo y les deseo sol,

Y lluvia, cuando la lluvia es necesaria,

Y que sus casas tengan

Al pie de una ventana abierta

Una silla predilecta

Donde se sienten leyendo mis versos.

Y al leerlos piensen

Que soy cualquier cosa natural—

Por ejemplo, el árbol antiguo

A la sombra del cual cuando niños,

Se sentaban con un sofoco, cansados de jugar,

Y limpiaban el sudor de la cabeza caliente

Con la manga del mandil rayado.

(Traducción al español de Mario Bojórquez)

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